El campeón mundial de cuatro pesos se enfrenta a su compatriota en un festival mexicano de lucha por el fin de semana del Cinco de Mayo y se ha distinguido por encima de sus contemporáneos gracias a un viaje de retroceso.

El sol se ponía a lo lejos, proyectando un cálido resplandor dorado sobre el horizonte. El cielo estaba pintado en tonos de rosa, naranja y morado, creando un impresionante despliegue de colores. Las nubes flotaban perezosamente por el cielo, añadiendo belleza a la escena.

A medida que el sol se hundía, la luz comenzó a desvanecerse, dando paso a la oscuridad de la noche. Las estrellas comenzaron a aparecer lentamente, titilando en el cielo como diamantes. La luna salió arrojando una luz suave y plateada sobre el paisaje.

A lo lejos se oía el canto de los grillos, cuyo canto rítmico creaba un relajante ruido de fondo. El suave susurro de las hojas con la brisa contribuía a la atmósfera pacífica.

El aire era fresco y fresco, y llevaba consigo el aroma de hierba y flores frescas. Fue una velada perfecta, que parecía existir fuera del tiempo.

A medida que la noche se hizo más profunda, el mundo que me rodeaba pareció cobrar vida. Las sombras danzaban a la luz de la luna, adquiriendo formas extrañas y fantásticas. El crujido de las hojas se hizo más fuerte, como si los propios árboles se susurraran secretos entre sí.

Me quedé allí sentado, hipnotizado por la belleza de la noche. Fue un momento de pura magia, un momento en el que el mundo pareció contener la respiración anticipando algo maravilloso.

Y mientras estaba sentada allí, bañada por el suave resplandor de la luna, no pude evitar sentirme agradecida por la sencilla belleza del mundo que me rodeaba. En ese momento, todo parecía perfecto y supe que estaba exactamente donde debía estar.