Recientemente, la aparición de Salma Hayek en el escenario del show de Madonna ha generado una gran controversia debido a su uso de una enagua guie’galahui sin huipil. Este debate pone de manifiesto posturas polarizadas respecto al uso y la representación de prendas tradicionales istmeñas. Mientras algunos defienden fervientemente la ortodoxia en el uso de estos trajes, criticando cualquier desviación de la norma, resulta necesario analizar el contexto y la coherencia de estas críticas.

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En primer lugar, es fundamental entender el propósito y el contexto en el que Salma Hayek usó esta prenda. No estaba representando a una mujer istmeña en una Vela o en una fiesta patronal, donde el uso completo y tradicional del traje es esencial. En cambio, estaba interpretando un personaje en una performance artística, donde representaba a Frida Kahlo como juez en una batalla de vogue. Este tipo de baile, originado en la comunidad LGBTQ+, es una forma de protesta, empoderamiento y expresión de diversas disidencias. La adaptación del traje en este contexto artístico y reivindicativo se aleja del uso tradicional, pero no necesariamente lo desvirtúa.

Además, es importante señalar la incongruencia en las críticas hacia Salma Hayek. Muchas de las personas que defienden la pureza del traje de tehuana también son las que combinan huipiles con minifaldas o jeans, sin recibir las mismas críticas. También suelen pasar por alto cuando otras figuras públicas, como cantantes o políticos, usan estas prendas de manera no ortodoxa o inapropiada.

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La preocupación por la riqueza cultural istmeña y la preservación del traje de tehuana es legítima. Sin embargo, las verdaderas amenazas a este patrimonio no provienen de una actuación artística de Salma Hayek, sino de la producción masiva de cadenillas y bordados industriales. Estas prácticas desplazan y devalúan el trabajo artesanal de las manos que bordan, representando un riesgo mucho mayor para la tradición textil istmeña. En lugar de enfocar las críticas en un corsé transparente usado en un contexto específico, sería más constructivo luchar contra la industrialización y comercialización indiscriminada de estos bordados tradicionales.

En resumen, la polémica en torno a Salma Hayek y su enagua guie’galahui sin huipil debería ser una oportunidad para reflexionar sobre la verdadera preservación de las tradiciones culturales. Es crucial elegir batallas que realmente protejan y valoren el patrimonio textil istmeño, en lugar de centrar la atención en debates superficiales y descontextualizados. Por último, vale la pena destacar el espléndido trabajo de Ángel Sky en la confección de la enagua guie’galahui, una muestra de la belleza y riqueza de la tradición artesanal oaxaqueña.

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